Cómo sorteé la negativa a la licencia de conducir

Cuando quise sacar mi licencia de conducir en 2011, decidí pagar un curso en una autoescuela para aprender y y rendir el examen de manera exitosa. Hice todas mis clases, saqué un turno y fui.
El examen teórico salió bien. Examen visual ok, audiológico también, psicológico checked. Llegó el momento del examen físico y cuando me preguntaron si usaba alguna medicación, comenté “insulina”. “Entonces no te puedo dar el registro”. Para ello, yo había llevado un certificado de aptitud hecho por mi médico tratante y había cumplido con cada normativa solicitada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Pero el médico que me atendió me dijo que no podía. Me puse insistente y llamó a otra médica que, de peor manera, me dijo que una nueva normativa decía que los diabéticos tipo 1 no podíamos obtener la licencia de conducir. Ni, aunque presentáramos papeles, certificaciones de buena salud, nada.
Furiosa, salí y pedí que me indicaran la negativa por escrito y al mismo tiempo llamaba por teléfono a un amigo, que no casualmente, es abogado y estaba (y está actualmente) en el comité de asuntos legales de la Federación Argentina de Diabetes. Christian intentó calmarme y me indicó que intentara hablar con alguien más. Así fue que busqué a más personas y me atendió otro médico, una especie de supervisor de los demás, de la Dirección General de Licencias del Gobierno de la Ciudad. En una charla muy poco amable, el mismo me dijo: “yo te puedo autorizar y vos salís de tu casa sin desayunar, te baja la glucemia y atropellas a alguien”. No hubo forma de explicarle que lo que estaba diciendo no tenía asidero y luego de discutir un rato, me fui.
Paralelamente, inicié un reclamo en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad por discriminación y por una norma tan arbitraria que no se sostenía con nada. Por su parte, la Federación Argentina de Diabetes, en conjunto con la Sociedad Argentina de Diabetes, hicieron una especie de comité de enlace para comunicarse con la Jefatura de Gobierno de la Ciudad para tratar este tema, ya que había un Decreto que nos estaba perjudicando y, como era reciente, la primera encontrarse con ese escollo había sido yo.
Luego de muchas negociaciones y de 8 largos meses, se comunicaron conmigo para informarme que podía acercarme a la oficina a obtener mi licencia, previa presentación de un certificado médico actualizado y estudios que avalaran.
A su vez, la Defensoría del Pueblo emitió una resolución en favor mío, dando cuenta de la arbitrariedad de lo dispuesto por la Ciudad.
Gracias a un esfuerzo en conjunto, la normativa se modificó para todos. En la foto, mi primera licencia, que la guardo de recuerdo para no olvidar que siempre hay que luchar contra la discriminación.